EXTRATERRESTRES

En 1989, el físico Bob Lazar hizo pública la historia del Área 51 y el trabajo del gobierno de los Estados Unidos en las naves espaciales extraterrestres. Hizo la denuncia, sacudió al mundo y luego guardó silencio.

No hay civilizaciones extraterrestres y los científicos te dicen por qué.

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Decía el famoso Carl Sagan que nos encontramos en una Vía Láctea con más de un millón de civilizaciones esperando a contactar con nosotros. Sin embargo tal afirmación no es más que un viva Cartagena sin fundamento alguno. En 1961 la Academia Nacional de Ciencias, la organización científica más prestigiosa de EE UU, subvencionó un pequeño encuentro en el National Radio Astronomy Observatory (NRAO) en un intento por dar alguna respuesta a la paradoja de Fermi. Entre los participantes estaba Frank Drake, un joven radioastrónomo que un año antes había usado uno de los radiotelescopios del NRAO para localizar posibles emisiones de radio extraterrestres. Queriendo centrar las discusiones con algo parecido a un principio general, Drake presentó la ecuación que hoy lleva su nombre, con la que intentaba cuantificar el número de civilizaciones que existen en el universo. En esencia se trata de una multiplicación en la que intervienen siete factores, que van desde la fracción de estrellas que tienen planetas a la fracción de civilizaciones inteligentes que desean comunicarse con el resto de la Galaxia. Ciertamente no cumple su objetivo, pero como dijo la científica de SETI Jill Tarter lo que nos enseña la ecuación de Drake es “una maravillosa forma de organizar nuestra ignorancia”. Que es muy grande pues desconocemos el valor de todos los factores menos del primero, el ritmo de formación de estrellas en la Galaxia. ¿Tiene valor la ecuación de Drake?

Una cosa debe quedar clara; la ecuación de Drake es un ejercicio de probabilidad subjetiva: dos personas con diferente conocimiento, experiencias y creencias pueden asignar valores muy diferentes a un mismo factor porque, ¿cómo hacer una estimación razonablemente ajustada de la fracción de planetas donde la vida inteligente ha desarrollado una tecnología e intenta comunicarse? En este buffet libre de cifras resulta evidente que a los que piensan que la vida rezuma por los cuatro costados del universo les salga del orden del millón de civilizaciones en la Galaxia, mientras que a los escépticos les salga solo una, la nuestra. Como dijo el historiador de la astronomía Steven J. Dick, “quizá nunca en la historia de la ciencia se ha pergeñado una ecuación en la que sus valores difieren en 8 órdenes de magnitud… cada científico parece que coloca en ellos sus propios prejuicios y creencias”. Curiosamente muy pocos científicos han juzgado la ecuación de Drake como inútil e insustancial; entre esos pocos está el Premio Nobel de Medicina Joshua Lederberg que la calificó como ‘hocus pocus’ (el análogo inglés a nuestro ‘abracadabra’). A pesar de todo, esta ecuación ha mantenido su fuerza a lo largo del tiempo y, con distintas modificaciones, ha presidido el pensamiento de aquellos que buscan civilizaciones extraterrestres.

Sanders, Drexler y Ord: distribuciones de probabilidad.
El último intento de hacer algo de ciencia con ella se produjo en 2018, cuando los investigadores Anders Sandberg, Eric Drexler y Toby Ord del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford, publicaron su artículo titulado ‘Dissolving the Fermi paradox’. En él propusieron un modelo matemático que incorpora las incertidumbres científicas actuales que afectan a los diferentes términos de la ecuación. “Si se reemplazan las estimaciones puntuales dadas para cada factor por distribuciones de probabilidad que reflejan el conocimiento científico actual, no encontramos ninguna razón para estar seguros de que la Galaxia (o el universo observable) contenga otras civilizaciones”. Es decir, que la famosa ‘pérdida de espacio’ que decía Jodi Foster en la película Contact es un hecho: esta simulación “produce una Vía Láctea vacía el 21,45% de las veces: un resultado acorde con lo que observamos y sin paradoja [de Fermi] que explicar”, afirman los investigadores. Así, a la pregunta ¿dónde están? Sandberg, Drexler y Ord responden: “Probablemente muy lejos, quizá más allá del horizonte cosmológico, y siempre inalcanzables».

Tegmark y la distribución log-normal.
Por otro lado, el cosmólogo sueco-estadounidense Max Tegmark en su libro Our mathematical universe también analiza la hipótesis de la ‘pérdida de espacio’ de Sagan. Tegmark parte de que no hay ninguna razón para creer que dos civilizaciones inteligentes deban encontrarse a una determinada distancia, sino que es igualmente probable que estén separadas mil, un millón, un billón o un trillón de años-luz. La forma habitual de trabajar con semejante nivel de incertidumbre es usando lo que se llama una distribución log-normal. 

La verdad esta ahí fuera, solo tienes que observar el cielo, aunque no veas el firmamento. Somos parte de este sistema.

Antes empezar nuestro cálculo hagamos tres suposiciones: (1) la colonización interestelar es tecnológicamente posible para una civilización un millón de años más avanzada que la nuestra; (2) que hay miles de millones de planetas habitables en la Vía Láctea, que se pueden haber formado miles de millones de años antes que la Tierra; y (3) que hay civilizaciones que pudiendo colonizar el espacio, escogen hacerlo. Teniendo esto en mente el cálculo de Tegmark nos dice que la distancia mínima a la cual encontraremos la civilización más cercana es mayor que el tamaño de nuestra galaxia. Y no solo eso, Tegmark riza el rizo al afirmar que tampoco es probable encontrar otra civilización en todo el universo observable, aquella parte del universo que podemos ver (recordemos que, debido a que el cosmos tiene una edad de 13 700 millones de años, solo podemos ver galaxias que se encuentren, grosso modo, a 13 700 millones de años luz, que son aquellas a cuya luz le haya dado tiempo a llegar hasta nosotros). ¿Qué implica todo esto? Para entender lo que viene a continuación no debemos olvidar que cualquier distancia es igualmente probable. ¿Cuántos ceros separan la distancia mínima calculada por Tegmark del tamaño del universo observable? Solo cuatro. ¿Y cuántos hay por encima? Infinitos. Luego hay más distancias posibles mayores que el tamaño de nuestro universo observable; de hecho, son infinitas. La conclusión de Tegmark es que lo más probable es que la distancia entre dos civilizaciones inteligentes sea mayor que el tamaño del universo observable. En definitiva, que lo más seguro es que estemos solos.

Hay unos cuantos científicos que reman contracorriente y no son tan optimistas. Por un lado -dicen- por muchas galaxias que haya en el cielo, no todas son válidas para la vida. Por ejemplo, en las galaxias activas, como las Seyfert, sus núcleos emiten unos flujos de radiación capaces de esterilizar la superficie de cualquier planeta que se encuentre allí. Tampoco son válidas aquellas que, como las galaxias elípticas, posean una baja cantidad de elementos como el hierro, el carbono, el fósforo, el sodio… (en lenguaje astronómico se dice que son galaxias de baja metalicidad). Sin materia prima es inviable la aparición de planetas y formas de vida. Y aunque encontremos una galaxia amigable para la vida, no todos los lugares de ella son apropiados.
Miremos a la Vía Láctea: en las regiones cercanas al superagujero negro del centro los niveles de radiación que llega a las regiones colindantes son tan elevados (250.000 veces superior a la que recibe nuestro planeta) que hacen imposible la aparición de moléculas compleja. Del mismo modo, las zonas con una alta densidad de estrellas también están prohibidas por la amenaza que suponen las supernovas, que al explotar son capaces de afectar seriamente a la vida en planetas situados a menos de 30 años-luz. Esto crea una esfera estéril alrededor del centro galáctico de al menos 10.000 años-luz de radio. Por contra, en las regiones más externas sucede lo mismo que en las galaxias elípticas: hay una importante escasez de elementos pesados fundamentales para la formación de planetas rocosos. El universo puede no estar tan repleto de vida a pesar de la cantidad de espacio que hay. El geólogo Peter D. Ward y el astrónomo Donald Brownlee han desarrollado en detalle esta idea a la que han llamado la Hipótesis de la Tierra Rara, un disparo a la línea de flotación de la astrobiología más optimista. La idea es simple: la vida es común en el universo pero únicamente en sus formas más simples, que han demostrado ser capaces de sobrevivir en las condiciones más adversas, pero no podemos decir lo mismo de la vida superior, animal y vegetal, muchísimo más sensible a las condiciones ambientales. Además no solo tiene que aparecer sino que debe poder sobrevivir en el tiempo, lo que significa que el planeta debe proporcionar un entorno estable durante eones. Así, se necesita una estrella que proporcione luz de forma más o menos estable, sin explosiones ni cambios bruscos de brillo, y sin que produzca grandes cantidades de la letal radiación ultravioleta (cosa que hacen las estrellas masivas), al menos durante 5.000 millones de años. También es necesaria una cierta tranquilidad climática -algo que en la Tierra lo proporciona la Luna, que al estabilizar la orientación del eje de la Tierra impide que suframos variaciones caóticas en el clima-. Y eso sin hablar, por ejemplo, de la necesidad de un efecto invernadero contenido que proporcione una temperatura agradable y que no se desboque, como es el caso de Venus.
Dicho de forma simple: al contrario que en el caso de la vida microbiana, la existencia de seres vivos superiores requiere de tal finura en el ajuste de las condiciones ambientales -ya sean astronómicas, planetarias o ecológicas- que hace muy difícil su aparición en la superficie de un planeta.

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Tecnología recuperada de naves extraterrestres.

Ningún cableado, como el que nosotros utilizamos, fue hallado en la nave impactada en Roswell. Sin embargo, se descubrió un sistema tipo arnés. Al principio parecía ser un atado de cables. Se había separado de algún tipo de panel de control. Las puntas de los cables (cerca de doce) que aparentemente se habían deshilachado, emitían colores brillantes intermitentemente. Al examinarlos se encontró que no eran cables, sino que parecían ser tubos de vidrio o plástico transparente. No podían ser rotos o cortados y parecían tener una composición tipo cuarzo.

¿Se ha transferido tecnología extraterrestre a los seres humanos? Al parecer, sí. Dicha tecnología provendría de naves estrelladas, si tenemos en cuenta que desde el año 1947 a 1978 se habrían estrellado en la Tierra, al menos, 37 naves extraterrestres* siendo el accidente más conocido el de Roswell, Nuevo México.

*(FUENTES: Nevada Aerial Research y Doctor J.F. Gille, recogido en el libro La amenaza extraterrestre, de Salvador Frexedo.)

Tal como el Teniente Coronel Philip J. Corso menciona en su libro La guerra secreta, muchos de los avances científicos tienen su origen en lo que conocemos como tecnología inversa; deduciéndose que partir de los restos de esas naves, algunos laboratorios terrestres habrían descubierto y desarrollado inventos revolucionarios: “El chip quemado con un circuito impreso, supuestamente llegó de entre los escombros de un OVNI que chocó” decía Philip J. Corso en su libro.

Curiosamente, a la vez que “los poderes que gobiernan el Mundo” niegan la presencia extraterrestre a la población que administran, intentan utilizar por todos los medios esa misma tecnología de origen extraterrestre, “aquellos ojos que todo lo ven”, para afianzarse en el poder y adquirir un control absoluto: En un tiempo relativamente corto surgieron la fibra óptica y las supercomputadoras fabricadas con “chips” capaces de procesar millones de imágenes, trillones de datos volcados en grandes procesadores… redes tales como ECHELON, capaces de procesar todo tipo de comunicaciones a nivel mundial.

¡ÚLTIMA HORA! 🛸UNA NAVE NODRIZA EXTRATERRESTRE👽 ENVÍA SONDAS A LA TIERRA, SUGIERE EL PENTÁGONO.

Un documento elaborado por el Pentágono, que se encuentra en revisión, sostiene que una nave nodriza extraterrestre estaría en el Sistema Solar y que lanza sondas para estudiar los planetas que lo conforman.

Un documento elaborado por el Pentágono, que se encuentra en revisión, sostiene que una nave nodriza extraterrestre estaría en el Sistema Solar y que lanza sondas para estudiar los planetas que lo conforman.
El borrador del reporte fue escrito por el director de la Oficina de Resolución de Anomalías de Todos los Dominios (AARO) del Pentágono, Sean Kirkpatrick y el presidente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, Abraham Loeb, fue publicado el 7 de marzo.

En él se especula la existencia de una nave nodriza que lanza sondas a los planetas del Sistema Solar más pequeñas que las usadas por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA).

“Un objeto interestelar artificial podría ser potencialmente una nave principal que libera muchas sondas pequeñas durante su paso cercano a la Tierra, una construcción operativa no muy diferente de las misiones de la NASA. Estas ‘semillas de diente de león’ podrían separarse de la nave principal por la fuerza gravitatoria de las mareas del Sol o por una capacidad de maniobra”, indicó el informe, difundido por New York Post.
La AARO se creó en julio de 2022 para rastrear objetos en el cielo, bajo el agua y en el espacio o de un dominio a otro.
El Congreso de Estados Unidos instruyó a la NASA que encontrara el 90% de todos los objetos cercanos a la Tierra de más de 104 metros en 2005, con los telescopios Pan-STARRS, añadió el informe.
El 19 de octubre de 2017, Pan-STARRS detectó un objeto interestelar que nombró “Oumuamua” (Explorador, en hawaiano). Tiene forma de cigarro, parece plano y se movía sin mostrar una cola como un cometa, por lo que los científicos aseguraron que era artificial.
Seis meses antes de descubrir el “Oumuamua”, un meteorito interestelar de un metro se estrelló contra la Tierra a una velocidad idéntica en relación con el Sol y tenía forma idéntica al Explorador, lo que es, para estos expertos, una parte de las diminutas sondas que expulsa este objeto no terrestre.
“Los astrónomos no podrían notar el rocío de las mini sondas porque no reflejan suficiente luz solar para que los telescopios de exploración existentes las noten”, escribieron los autores.

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